Epitafio

                                      Antonio!
                      -nombre de azucena que el aire depura-
                      no te digo un adiós definitivo,
                                     Antonio!
                       porque tú me esperas en la sepultura.
                       La que en esta vida pasajera
                       fue tu compañera,
                       en la eternidad quisiera
                       estar a tu vera.

                      Fe López-Mingo

                   


2 comentarios:


  1. La declaración de amor de mi madre a mi padre en cuatro poemas, desde que ella era una muchacha hasta que él -como ella expresó con sencillez aquel día- la dejó "esperándome en la sepultura como me esperó en el altar".
    Recién enamorada, compuso la que lleva por título "Antonio".
    "No sé como le quiero" es una declaración serena y madura cuando ya estaban en el mundo dos de mis hermanos.
    Fe escribía "A mí esposo" hace muchos años estando Antonio lejos de ella por trabajo.
    Y "Epitafio", que es la más reciente, no está sobre la lápida de Antonio sino en la mirada y en la boca de su compañera

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  2. Puede parece oportunista que hoy víspera del 14 de febrero, agendado oficialmente como día de las parejitas y del regalo obligado (felicidades por cierto en su onomástica a mi primo Valentín) me fije yo precisamente en la historia de amor de mis padres. Y no para proponerla como modelo de vida a seguir, porque los matrimonios tan duraderos tienen sus pros y sus contras y algo así es difícil de recomendar en cualquier época, más en esta. Lo traigo, en cambio, como ejemplo de que lo convencional se tiene comúnmente por lo más aburrido cuando a veces, dicho sea con gracia, es lo más entretenido: la aventura más difícil, más dura y más sacrificada, adjetivos de sabor clásico o incluso anticuado que en cambio no están reñidos ni con el amor ni, sobre todo, con el placer de vivir. Los cuatro hermosos poemas que mi madre dedica a mi padre son momentos de su historia, trazos de una vida de dedicación. Añadir que la vivieron "con sus altibajos" es una obviedad que cualquiera supone. He descartado por pudor otros poemas más llenos de sinsabores y sufrimientos pero en ellos se muestra también su sabiduría: que la cantinela de la felicidad es tan imperfecta como cualquier otro asunto humano.
    Por eso una declaración de amor debería parecerse a una Declaración de la Renta, al menos en esto: ambas tienen pleno sentido y validez sólo si, además de ser honestas, se presentan al final del ejercicio, dure éste lo que dure. Aunque lejos de ser rentistas, las declaraciones de amor hablan siempre de una entrega y sólo tal vez... de una espera. El convencimiento que tengo de estas cosas es grande, pero no tan firme como la certeza de que mis padres se han querido y con ello han llenado sus vidas.

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